domingo, 13 de septiembre de 2009

Madrid, madrid


Como siempre pedir disculpas por este impás o lo que es lo mismo por esta ausencia de entradas en el blog, pero tal vez no tener los medios al alcance, me refiero a las nuevas tecnologías, impide que en ocasiones se abandone alguna de aquellas tantas obligaciones, que no solo yo tengo, y que son bautizadas como frentes, compromisos o simplemente "lo del día a día".
En este momento escribo desde Madrid, siempre Madrid, la capital del reino me ha dispensado un fin de semana lleno de vivencias y experiencias, convencido de que aquí empieza y termina la vida o si no es así algo cercano a los orígenes de civilizaciones, de las tendencias, de las modas e incluso de los movimientos que marcaran alguna etapa de nuestra historia, al menos de la mía. Asisto desde un banco de Gran Vía, eso sí, enmudecido al trasiego de personajes anónimos que superan cualquier elemento divelgente en cuanto raza, religión o sexo y que difieren de los demás con aspectos que sin conferirse al patrimonio étnico son atribuibles al genero humano indistintamente de la condición. Me refiero a la informalidad, incluso al desorden cercano a la más autoritaria independencia y que marca la tendencia, tal vez no de un colectivo amplio o numeroso, pero sí de aquel humano, que sin ocupar portada de periódico, decide participar de la espiral cosmopolita de Madrid y sumarse a los aborígenes de la modernidad o de la laxitud de la independencia. Oasis anormal que se asemeja a un paraíso carente de normas y que parece solo imponerse la forma de como se debe cruzar la calle, es decir obedecer al semáforo o como se realiza la transacción comercial en la adquisición de bienes o servicios, es decir pagar lo que uno se lleva y poco más, pues incluso el Co2 que se respira parece contener un alto grado de independencia del cual se contagia todo el que respira. Así las cosas y por aquello de que no deseo emborracharme en exceso de movimientos extraordinariamente libertarios he decidido pasar la noche en el extrarradio de la capital en un lugar cuyo nombre siempre me recuerda a novela caballeresca y que sin las nuevas tecnológicas (GPS) la dificultad para encontrarlo constituye todo un reto.

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