domingo, 15 de noviembre de 2009

ICA. Octava expedición











Un día por otro pasan los minutos, las horas y casi los meses y no encuentro ese momento para comentar y evaluar aquellas cuestiones que han rodeado el ultimo viaje a Perú. La verdad sea dicha estoy esta el flequillo, el trabajo me absorbe las 24 horas, entre manifestaciones, congresos, comidas de las que hoy se les denomina de trabajo y otros aferes no tengo tiempo para nada y casi para nadie. A contra reloj, antes de marchar a grabar un programa de objetivo 1 en el que hoy hablaremos de la comarca de Zafarraya, de sus productos, sin olvidar los bajos precios y de como los lugareños pasan los días, os adelantaré que nuestro objetivo se cumplió, entregamos toda la mercancía que viajó en el contenedor: comida, camas, ropa, zapatos, material escolar, juguetes e incluso el televisor donado por una sufridora de las nuevas tecnologías, esas que el 30 de abril nos traerán el apagón analógico y que nos obligaran si o si al cambio de la caja de las ilusiones, aún así os puedo decir que este viaje ha sido bautizado como "Una semana sin rumbo en la Aduana de Perú" aunque para títulos también le hubiera venido como anillo al dedo "Los funcionarios de Corleone". Patético, tétrico, tercermundista, ya se preveia un gran número de obstáculos y más obstáculos para desbloquear la salida del contenedor de las instalaciones de TRASMANSA (lugar donde se depositan los contenedores), lo cual me provocaría un intenso dolor de cabeza y la consiguiente reflexión satánica de "hasta aquí hemos llegado". Todo comenzó con el típico despertar mañanero provocado por la entrada de luz en la habitación, no más de las 5.30 horas A.M. y con rumbo a la conquista de la Aduana de Callao sorteamos los primeros problemas burocráticos, claro está con el pago religioso a la Naviera de una especie de impuesto por atracar el barco, pronto este termino quedó acuñado en mi conciencia, pues sin pistola en mano, cada funcionario que me atendía dejaba entrever que las cosas serian más fácil con la intervención de un buen y comprometido agente aduanero experimentado en mercancía con el sello de ayuda humanitaria, rotunda mentira, un agente aduanero que recuerde que esto se hizo posible gracias a.......... . Después de dos largos días de correveidile, es decir, de aquí falta un sello, aquí falta la firma, el sello no se lo deberían haber puesto en este sitio sino en este otro, de que hay que pagar el seguro, de ahora hace falta esta carta de la congregación, que esta carta no la necesita para nada, de espere un ratito, de esperar 3 horas, de le atendemos cuando llegue su turno, de suplicar que me atendieran cuanto antes y así el cuento de nunca acabar. Tras formar la de san quintin en la aduana pude conseguir que el Intendente tomara cartas en el asunto y ordenara desbloqueado el trámite administrativo del contenedor, todo eso a las 5 de la tarde del martes. Antes cerca de 2.800 $ (Dolares) hicieron lo necesario para que la orden de todo perfecto se hiciera posible. Después de tres horas de espera para subir el contenedor en la góndola del vehiculo y tras cinco horas de viaje el camión llegaba a ICA escoltado por un policía contratado al único efecto de garantizar la llegada de la mercancía al Convento de las madres de la Tinguiña. Sin dilación procedimos a la descarga, con el sol más que salido culminaba esta y comenzaba el reparto de la ayuda. Como agua de mayo nos recibían nuestras gentes expectantes de conocer cual era el motivo de nuestro viaje, pronto los víveres de primera necesidad, tan importantes como la comida, la ropa o el calzado o incluso los colchones se aglutinaban en la entrada de las aldeas para su reparto objetivo, equitativo y lineal. De nuevo las gracias a Granada se sucedian por doquier.

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