sábado, 7 de febrero de 2009

EL RASTRO DE GRANADA


Los Marimeños, El Puma, Rumba Tres hasta el mismo Manolo Escobar a1 euro uno y a 3 euros cinco, los vinilos se afinaban en un cajón de madera polvoriento que a decir por el estado de la pintura el carpintero de dicha obra posiblemente ya no esté entre nosotros, no obstante toda una ganga. Esta mañana en la Calle Obispo Hurtado la tienda de artículos de ocasión o de segunda mano ofrecía su mejor lleno de la historia. Albañiles, lectores, bohemios, amas de casa, jóvenes con necesidad de vender, músicos de planta baja, atletas en construcción y yo participabamos del bullicio y de la compra de cualquier cosa, porque aunque tenia claro lo que buscaba, facilmente hoy me doblegaba ante la oferta, la ganga o la rebaja, en definitiva del cartel escrito con rotulador negro de trazo grueso que invitaba a pensar para qué servía aquello y cuantos propietarios se habrían beneficiado de sus servicios. Esta mañana se vendía todo: desde gafas (estilo Sara Montiel años 60), planchas (un modelo posterior a las pesadas de carbón), Cuchillos de sierra eléctricos, balanzas de farmacia cuya ranura solo admitía pesetas, luces de discoteca ¿quien no recuerda la esfera de minúsculos cristales cuyo haces de luz dibujaban círculos en la pared?, libros, muchos libros: "La historia de la II Guerra Civil Española", "Los efectos debastadores de la lepra", "El arte Barroco" etc., junto al olor rancio de los libros compartian estantería infinidad de cintas de vídeo (VHS) y algunos DVD. Pero sin duda lo que más me ha llamado la atención ha sido el gran número de herramientas de la construcción que copaban las baldas de pilar a pilar, algunas aún con la mezcla pegada en el mango fruto de la prisa con que el desafortunado albañil hubo de recoger tales enseres.
Una vez que localice mi compra, un giradiscos con lector de cd aún sin desembalar y con la pegatina de Transportes Buitrago, a buen seguro procedente de algún cliente arrepentido, me dirigi a la vitrina de las joyas. A mi lado una chica muy joven y con buen aspecto comprobaba, según nos decía, el precio con el que habían marcado sus pendientes, hasta la semana pasada, y cuya venta no superó los 25 euros. Entre decepción y rabia la antigua propietaria asistía atónita al nuevo precio 100 euros.
Alguien ya en el mostrador de caja vaticinaba buenos tiempos para ese tipo de negocios.

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